Nutrición deportiva

Es cierto que el tejido muscular se compone, principalmente, de células proteicas, y que los deportistas necesitan más aporte de proteínas que los no deportistas, en concreto de 0,6 a 0,8 gramos por kilo de peso, frente a los 0,4 gramos de las personas sedentarias. Pero estas necesidades, por norma general, se cubren mediante una dieta adecuada, sin necesidad de suplementos. Y una vez cubiertas, el exceso de proteína se utilizará para generar energía o se acumulará en forma de grasa. En ningún caso generará crecimiento muscular.

Es muy popular la creencia de que se necesitan ingerir carbohidratos antes del entrenamiento para mejorar el rendimiento durante el mismo y no fatigarse. Sin embargo, los hidratos de carbono no tienen efecto en sesiones inferiores a 90 minutos. Los entrenamientos cortos y de poca intensidad no llegan a agotar los niveles de glucógeno en músculo, por lo que el cuerpo no requiere una ingesta mayor de carbohidratos.

En el entrenamiento aeróbico las grasas también actúan como generadores de energía, de modo que, si lo que se pretende es bajar de peso, el consumo de carbohidratos antes de entrenar está desaconsejado.

Ejercitarse en ayunas es un método de entrenamiento, cada vez más utilizado, que favorece la utilización de las reservas de grasa como energía, por lo que contribuye a la pérdida de peso. Dicha técnica puede generar fatiga, especialmente por la falta de costumbre o en entrenamientos muy intensos. En resumen, comer o no comer antes del entrenamiento dependerá de cómo te sientas. Un nutricionista puede indicarte cuál es la mejor opción en función de tus objetivos.

El músculo y la grasa son tejidos diferentes, por lo que uno no puede convertirse en otro. Lo que sucede en realidad es que, ante una falta constante de ejercicio, se pierde masa muscular y por lo tanto, volumen. Si el deportista sigue consumiendo la misma cantidad de calorías que cuando se ejercitaba, lo más probable es que el exceso de macronutrientes termine convirtiéndose en grasa, “rellenando” el espacio que ocupaba el músculo.

Es cierto que un deportista necesita mayor aporte calórico que una persona sedentaria, pero manteniendo una dieta equilibrada esto no tiene por qué repercutir en el apetito. De hecho, el realizar ejercicio físico regular nos motiva a cuidar más nuestra alimentación y por lo tanto, a un mayor control del apetito.  Por otro lado, el cerebro segrega endorfinas cuando practicamos deporte, sustancia que genera una sensación de placer similar a la producida al comer alimentos que nos gustan.