En la actualidad, se dedica menos tiempo a la compra de alimentos y a la elaboración de comidas y, a cambio, se prefieren los alimentos procesados que, generalmente, conllevan un consumo excesivo cárnico y productos con azúcares refinados, lo que se traduce en un gran aumento del colesterol y grasas saturadas.
La Educación Alimentaria no solo busca la difusión de información sobre los nutrientes o propiedades de los alimentos, sino que también nos proporciona las herramientas necesarias para saber qué hacer y cómo actuar para mejorar nuestra propia nutrición. Debe poseer una dinámica en la que exclusivamente no se centre en el conocimiento adquirido, sino en la práctica y el desarrollo de habilidades. Debe promoverse su continuidad, reiteración y sostenimiento.
Busca el cambio social y únicamente se logra cuando los grupos de personas mejoran sus comportamientos y prácticas de forma sostenible en el tiempo. El trabajo entre médicos, nutriólogos, psicopedagogos y comunicadores sociales, es clave. Necesitamos adquirir una cultura alimentaria que nos haga comprender la importancia de una de nuestras necesidades más primarias como es la comida.
La educación alimentaria, además de otras medidas, es indispensable para la prevención y control de los problemas de malnutrición y enfermedades crónicas relacionadas con la alimentación.
La desnutrición, la deficiencia de vitaminas y minerales y la obesidad son problemas de malnutrición que coexisten cada vez más en muchos países, junto con las enfermedades crónicas relacionadas con las dietas excesivas o desequilibradas. Las personas deben ser conscientes y tener información a su disposición para poder aprender y participar correctamente en el consumo de alimentos que le afectan directamente.
La principal estrategia para lograr estos objetivos es la educación. Como tal, busca generar conductas más eficientes y voluntarias a partir de una visión de la alimentación orientada a mejorar la salud. El enfoque correcto se basa en el desarrollo de habilidades para tomar decisiones constructivas en torno a los alimentos, además de generar un entorno propicio para promover los beneficios de los alimentos.
Otra estrategia importante en la que nos centraremos serán los alimentos y los hábitos a reforzar a partir de una motivación constante, con el apoyo de todo el entorno social para garantizar su éxito.
En conclusión, la educación alimentaria y nutricional es vital en la adopción de hábitos alimentarios y estilos de vida saludable. Si adoptamos hábitos de alimentación saludable (incluyendo la manipulación adecuada de alimentos), reduciremos nuestro riesgo contra enfermedades crónicas y debidas al consumo de alimentos contaminados; a la vez conseguiremos una mejora en nuestra salud y en cómo nos sentimos.